El día 31 por la noche, como siempre, despedimos el año que se acaba con la cena de Nochevieja.
Naturalmente se siguieron las campanadas para tomar las uvas. Y sin errores de cuartos, ni nada. A golpe de cucharón sobre una tapa de una cazuela, clarito: Dong! dong! dong!… y así las 12 campanadas dando tiempo a que los abuelos se comiesen las uvas. Eso a los que le quedaban uvas, porque algunos se las habían comido antes de empezar a sonar las campanas, por si acaso.
Aprovechamos también para seguir la noche a la luz de unas velas que habían elaborado nuestras abuelas para dar una nota de exclusividad a la noche.